- de Carla Vidal y Maru Sussini
- La puesta en escena de esta obra tuvo su concepción durante el proceso de escritura. Ésta reproduce la idea de minimalismo: remite a una instalación, dentro de la cual están insertos dos personajes. Un texto superpuesto en contraposición con una puesta escenográfica despojada. La desteatralización de la cotidianeidad. Un lugar incierto, muy blanco, donde dos personajes circulan y se apropian de este espacio indefinido. Un halo intempestivo y rígido marca sus movimientos, en la totalidad de un espacio en el que todo detalle está sumamente cuidado y elegido ocupando un lugar específico en su forma y función. Un teléfono, otro protragonista de la historia. Una vara de flores, único objeto manipulable, con la capacidad de transformarse en una caricia, un arma peligrosa, una palabra no dicha, un pensamiento. Una puesta minimalista interceptada con actuaciones no naturalistas ni realistas: el extrañamiento de lo común. Todo está a la vista: lo escondido toma dimensión y nos sumerje en la profundidad de querer ver lo que no se quiere mostrar.
miércoles, 15 de octubre de 2008
domingo, 12 de octubre de 2008
Jimena Repetto de Revista Siamesa dijo:
Hay un sillón y un teléfono blanco. Dos mujeres, vestidas de negro y con zapatos rojos, de taco, se miran. Amanda (Maru Sussini ) y Gloria (Carla Vidal ) se conocen y mucho. Comparten sus tragedias, sus incomprensibles tragedias cotidianas. Pero ellas se comprenden. Esperar un llamado, la mirada de un extraño, una receta mal prescripta, pueden desencadenar en estos personajes un drama que les tensa el cuerpo y expande las voces. En este sentido, se destaca la dirección de Luz Lassizuk al lograr una coreografía perfecta de los cuerpos junto a un decir rítmico y efervescente.
Pero, más allá de la crisis del hecho, en la conversación cada detalle da pie a especulaciones magnánimas en las cuales se juega el amor y el desamor, la vida y la muerte. Mientras percibimos mediante las palabras que nada tan terrible ha pasado, nos reímos de que Amanda y Gloria puedan reaccionar de una manera tan trágica. Y si la risa ocurre es porque, a la vez, es tan común y cotidiano hacerse problema por nada, o, como dice el refrán, hundirse en un vaso de agua.
Hay algo sincero y a la vez revelador en la escena: la crisis por el desamor, tan cara al melodrama, en su desborde nos inunda a todos por igual, porque ¿quién no se ha sentido alguna vez angustiado por la espera o la indiferencia del ser amado?
Nunca es gracioso el desamor para quien padece soledades. Aunque sí para el espectador quien ve en estas mujeres el reflejo tragicómico de los propios padecimientos.
En la puesta de Me quedo contigo, hay una combinación certera de tres colores que resumen la obra. El blanco de la escenografía minimalista, deja que el teléfono, del mismo tono, nos remita directamente a los clásicos melodramas cinematográficos. Sobre este fondo, se destaca el negro de los vestidos, que contrasta con el rojo de los labios y los zapatos. Es que tal vez, en la conversación, los personajes hagan un duelo por el amor que se va, o se dilata. Y, a la vez, todavía estén dispuestas, con las boquitas pintadas, a seducir, o ser seducidas, por un próximo amor.
Pero, más allá de la crisis del hecho, en la conversación cada detalle da pie a especulaciones magnánimas en las cuales se juega el amor y el desamor, la vida y la muerte. Mientras percibimos mediante las palabras que nada tan terrible ha pasado, nos reímos de que Amanda y Gloria puedan reaccionar de una manera tan trágica. Y si la risa ocurre es porque, a la vez, es tan común y cotidiano hacerse problema por nada, o, como dice el refrán, hundirse en un vaso de agua.
Hay algo sincero y a la vez revelador en la escena: la crisis por el desamor, tan cara al melodrama, en su desborde nos inunda a todos por igual, porque ¿quién no se ha sentido alguna vez angustiado por la espera o la indiferencia del ser amado?
Nunca es gracioso el desamor para quien padece soledades. Aunque sí para el espectador quien ve en estas mujeres el reflejo tragicómico de los propios padecimientos.
En la puesta de Me quedo contigo, hay una combinación certera de tres colores que resumen la obra. El blanco de la escenografía minimalista, deja que el teléfono, del mismo tono, nos remita directamente a los clásicos melodramas cinematográficos. Sobre este fondo, se destaca el negro de los vestidos, que contrasta con el rojo de los labios y los zapatos. Es que tal vez, en la conversación, los personajes hagan un duelo por el amor que se va, o se dilata. Y, a la vez, todavía estén dispuestas, con las boquitas pintadas, a seducir, o ser seducidas, por un próximo amor.
jueves, 9 de octubre de 2008
Silvia Sánchez Urite dijo:
“Reloj, no marques las horas”
Dos mujeres de alrededor de 30 años, maquilladas, lucen un clásico vestidito negro y están subidas a unos zapatos rojos de charol. Parecen estar vestidas para ir a bailar, pero no.
Están esperando un llamado, el que no llega. Una sale con un hombre casado, la otra tiene una relación imaginaria con un tipo misterioso. ¿Qué las une? La soledad. Y toda la serie de descabelladas hipótesis de por qué estos fulanos no las llaman.
Algunos diálogos resultan sospechosamente familiares si una ha estado en la situación de alguna de estas dos mujeres. Dice la del hombre casado: “Dijo delante de su familia que está enamorado de mí”. Dice la amiga: “¿Será casado, homosexual, cocainómano, asesino serial? ¿Por qué no me llama?”
Dos mujeres, dos miradas y la búsqueda infructuosa del amor, sin darse cuenta que hacen la elección equivocada. Se pierden en sus absurdos razonamientos que no son más que falacias. Como querer atrapar al amor en una jaula de cristal, pero el amor tiene alas y sabe escapar. Como en el teatro, como en la vida.
Las actuaciones de Carla Vidal y Maru Sussini brillan en su angustia, de ojos enrojecidos por la pena, con una iluminación finamente diseñada que aporta dramatismo. Son ellas dos y una sala en blanco. Ellas son un papel en blanco, en el que el amor quiere escribir, pero se le gastó la tinta.
Dos mujeres de alrededor de 30 años, maquilladas, lucen un clásico vestidito negro y están subidas a unos zapatos rojos de charol. Parecen estar vestidas para ir a bailar, pero no.
Están esperando un llamado, el que no llega. Una sale con un hombre casado, la otra tiene una relación imaginaria con un tipo misterioso. ¿Qué las une? La soledad. Y toda la serie de descabelladas hipótesis de por qué estos fulanos no las llaman.
Algunos diálogos resultan sospechosamente familiares si una ha estado en la situación de alguna de estas dos mujeres. Dice la del hombre casado: “Dijo delante de su familia que está enamorado de mí”. Dice la amiga: “¿Será casado, homosexual, cocainómano, asesino serial? ¿Por qué no me llama?”
Dos mujeres, dos miradas y la búsqueda infructuosa del amor, sin darse cuenta que hacen la elección equivocada. Se pierden en sus absurdos razonamientos que no son más que falacias. Como querer atrapar al amor en una jaula de cristal, pero el amor tiene alas y sabe escapar. Como en el teatro, como en la vida.
Las actuaciones de Carla Vidal y Maru Sussini brillan en su angustia, de ojos enrojecidos por la pena, con una iluminación finamente diseñada que aporta dramatismo. Son ellas dos y una sala en blanco. Ellas son un papel en blanco, en el que el amor quiere escribir, pero se le gastó la tinta.
domingo, 5 de octubre de 2008
Silvia Sánchez de Mundo Teatral dijo:
Mujeres de carne y hueso
Me quedo contigo: buenas actuaciones y buen texto para hablar otra vez de mujeres solas.
La escenografía hiper racionalista de Me quedo contigo, poco y nada tiene que ver con sus protagonistas: dos mujeres algo descentradas que se mueven en un espacio de líneas rectas firmes y blancas. Amanda y Gloria, las mujeres en cuestión, parecieran configurarse justamente por oposición a ese espacio que las contiene.
Es que se trata de chicas de treinta que están solas. Y para el imaginario colectivo, las chicas de treinta que están solas pueden ser cualquier cosa menos racionales.
La problemática hace rato que está instalada en el medio teatral, acaso desde Confesiones de mujeres de treinta, bautismo de lo que ya podría aspirar a la categoría de subgénero. De allí en más, la soltería femenina en edad de merecer ha sido abordada sobre todo desde el humor aunque por lo general y salvo honrosas excepciones, se trató de un desfiladero de lugares comunes.
Me quedo contigo tiene todos los ingredientes para caer en la trampa de la obviedad y sin embargo no solo no cae sino que resulta ser, un muy buen momento teatral.
En la puesta despojada que las actrices (Carla Vidal y Maru Sussini) idearon junto con Priscila Velasco y Luz Lassizuk, hay además de un sillón inmaculadamente blanco, un teléfono: objeto-icono de las que esperan desesperadamente el llamado (de un hombre, claro está) que no llega.
Salvo eso (por más creativo que uno sea, ¿cómo no ha de haber un teléfono en una puesta de chicas que quieren amor?), el resto es “originalidad”. Porque el texto está lejos de ser pretencioso y porque además está poblado de referencias que remiten a otros contextos discursivos los cuales puestos a funcionar en el universo femenino, lo alejan de lo previsible. Y cuando el texto habla con palabras del universo en cuestión, son las actuaciones las que le otorgan ese “aire de rareza” que se agradece profundamente.
En Me quedo contigo, la pieza que se presenta en el Camarín de las musas, la desmesura femenina aparece de manera delicada. Como suele suceder con las chicas de treinta de carne y hueso.
Me quedo contigo: buenas actuaciones y buen texto para hablar otra vez de mujeres solas.
La escenografía hiper racionalista de Me quedo contigo, poco y nada tiene que ver con sus protagonistas: dos mujeres algo descentradas que se mueven en un espacio de líneas rectas firmes y blancas. Amanda y Gloria, las mujeres en cuestión, parecieran configurarse justamente por oposición a ese espacio que las contiene.
Es que se trata de chicas de treinta que están solas. Y para el imaginario colectivo, las chicas de treinta que están solas pueden ser cualquier cosa menos racionales.
La problemática hace rato que está instalada en el medio teatral, acaso desde Confesiones de mujeres de treinta, bautismo de lo que ya podría aspirar a la categoría de subgénero. De allí en más, la soltería femenina en edad de merecer ha sido abordada sobre todo desde el humor aunque por lo general y salvo honrosas excepciones, se trató de un desfiladero de lugares comunes.
Me quedo contigo tiene todos los ingredientes para caer en la trampa de la obviedad y sin embargo no solo no cae sino que resulta ser, un muy buen momento teatral.
En la puesta despojada que las actrices (Carla Vidal y Maru Sussini) idearon junto con Priscila Velasco y Luz Lassizuk, hay además de un sillón inmaculadamente blanco, un teléfono: objeto-icono de las que esperan desesperadamente el llamado (de un hombre, claro está) que no llega.
Salvo eso (por más creativo que uno sea, ¿cómo no ha de haber un teléfono en una puesta de chicas que quieren amor?), el resto es “originalidad”. Porque el texto está lejos de ser pretencioso y porque además está poblado de referencias que remiten a otros contextos discursivos los cuales puestos a funcionar en el universo femenino, lo alejan de lo previsible. Y cuando el texto habla con palabras del universo en cuestión, son las actuaciones las que le otorgan ese “aire de rareza” que se agradece profundamente.
En Me quedo contigo, la pieza que se presenta en el Camarín de las musas, la desmesura femenina aparece de manera delicada. Como suele suceder con las chicas de treinta de carne y hueso.
jueves, 2 de octubre de 2008
Nepo Sandkuhl dijo:
O CASI TODO...
Me quedo contigoEn un espacio blanco, donde la pureza no puede ser emancillada, están dos mujeres vestidas de negro, una de ellas carga con una flor, ambas esperan un llamado telefónico, ambas esperan a su supuesto amado, ambas esperan que la otra le comprenda y le ayude, ambas se esperan... Esto es “Me quedo contigo”, bajo la dirección de Luz Lassizuky.
La idea es sobre la mujer y desde la mujer que espera algo o a alguien, en esa espera se comenta ciertos incidentes y problemas que están por llegar o que llegaron... o mejor aún, que nunca llegarán; algo les pasa a los personajes de Gloria y Amanda en esa espera, pero nunca sabremos que.
Esta puesta en escena intenta crear atmósferas construidas desde el interior de los personajes, contando las anécdotas de ellas y relatando hechos sucedidos anteriormente. Es una puesta en escena donde la música, que está bien instalada, crea más atmósfera que todo el conjunto en escena. Carla Vidal y Maru Sussini son las responsables de defender el trabajo desde la escena con sus interpretaciones.
“Me quedo contigo” está los domingos a las 20:00 en “El Camarín de las musas” (Mario Bravo 960)
miércoles, 1 de octubre de 2008
lunes, 8 de septiembre de 2008
Martha Silva de LA OTRA dijo:
Dos mujeres de pie, espalda con espalda, vestidas de negro con zapatos de charol rojos, muy similares o –diríamos- con un aire familiar. Las expresiones son hieráticas y los peinados rígidos y elaborados.
Bruscamente, una de ellas empieza a hablar de plantas, sillones y fotos, como si en un momento anterior hubieran pensado en renovar el despojado departamento que comparten. Todas las ideas que emite al respecto están en las antípodas de lo que se le ocurre a la otra. No obstante, se puede deducir al oírlas hablar de gatos, porteros y vecinos, que las obsesiona la seguridad y odian las mentiras que pululan por las inmediaciones y que se expanden por el pequeño mundo que habitan.
Una comenta lo que le dijo el peluquero y la otra le reprocha: “Pero ¿cómo pudiste tener esa conversación?”, refiriéndose a un intrascendente comentario, que por lo visto es escuchado como de peligrosa intimidad, una confidencia inoportuna, arriesgada. Hay un desfasaje evidente entre la importancia de lo discutido y el tono -de alto voltaje- de la enunciación.
Si una de ellas habla con el peluquero, es que no ha tomado suficientes precauciones, no ha medido lo suficiente, lo que es tener un hombre detrás suyo, parado con una tijera... (porque esa es la definición justa de un peluquero: sepamos ver el peligro que nos acecha).
Ese es el costado siniestro de lo cotidiano.
La aludida admite: “Y yo que le entregué mi cabeza...”. Significativamente, las relaciones con el sexo masculino no surgen de actividades sociales. Provienen de la peluquería, del consultorio del dentista, de no lugares, objetos de desconfianza. El odontólogo, único ser que hace sonreír a la rubia, resulta ser un sujeto que puede llegar a fracturarle el maxilar con una operación impropia, una mala praxis. Baraja varios posibles diagnósticos psiquiátricos y resume: “Es raro eso de mirarle la boca a una mujer, es extraño”.
Son tan ridículas las disquisiciones en juego que mueven a risa. Pero amabas derramarán lágrimas ante la evidencia flagrante del teléfono enmudecido. Ya no las llama nadie.
Están solas la una con la otra; recien ahora lo perciben. Una canción se deja oir:
“Si me dan a elegir/ Me quedo contigo”.
Dos seres humanos ni tan locas ni tan infrecuentes. Denominarlas como fóbicas sería obturarlas. Optar por algo distinto podría perturbarlas más que este padecimiento diario. El cambio es vivido como letal: habrá que conservar ese viejo empleo de oficina, esa casa en ruinas, o las mismas ideas respecto a lo que las circunda...
Dice mucho y bien esa dramaturgia que las mismas actrices -excelentes como tales- han ideado: Carla Vidal y Maru Sussini, y la asistente de dirección Priscila Zelasco, todas ellas formadas con grandes maestros del teatro.
Bruscamente, una de ellas empieza a hablar de plantas, sillones y fotos, como si en un momento anterior hubieran pensado en renovar el despojado departamento que comparten. Todas las ideas que emite al respecto están en las antípodas de lo que se le ocurre a la otra. No obstante, se puede deducir al oírlas hablar de gatos, porteros y vecinos, que las obsesiona la seguridad y odian las mentiras que pululan por las inmediaciones y que se expanden por el pequeño mundo que habitan.
Una comenta lo que le dijo el peluquero y la otra le reprocha: “Pero ¿cómo pudiste tener esa conversación?”, refiriéndose a un intrascendente comentario, que por lo visto es escuchado como de peligrosa intimidad, una confidencia inoportuna, arriesgada. Hay un desfasaje evidente entre la importancia de lo discutido y el tono -de alto voltaje- de la enunciación.
Si una de ellas habla con el peluquero, es que no ha tomado suficientes precauciones, no ha medido lo suficiente, lo que es tener un hombre detrás suyo, parado con una tijera... (porque esa es la definición justa de un peluquero: sepamos ver el peligro que nos acecha).
Ese es el costado siniestro de lo cotidiano.
La aludida admite: “Y yo que le entregué mi cabeza...”. Significativamente, las relaciones con el sexo masculino no surgen de actividades sociales. Provienen de la peluquería, del consultorio del dentista, de no lugares, objetos de desconfianza. El odontólogo, único ser que hace sonreír a la rubia, resulta ser un sujeto que puede llegar a fracturarle el maxilar con una operación impropia, una mala praxis. Baraja varios posibles diagnósticos psiquiátricos y resume: “Es raro eso de mirarle la boca a una mujer, es extraño”.
Son tan ridículas las disquisiciones en juego que mueven a risa. Pero amabas derramarán lágrimas ante la evidencia flagrante del teléfono enmudecido. Ya no las llama nadie.
Están solas la una con la otra; recien ahora lo perciben. Una canción se deja oir:
“Si me dan a elegir/ Me quedo contigo”.
Dos seres humanos ni tan locas ni tan infrecuentes. Denominarlas como fóbicas sería obturarlas. Optar por algo distinto podría perturbarlas más que este padecimiento diario. El cambio es vivido como letal: habrá que conservar ese viejo empleo de oficina, esa casa en ruinas, o las mismas ideas respecto a lo que las circunda...
Dice mucho y bien esa dramaturgia que las mismas actrices -excelentes como tales- han ideado: Carla Vidal y Maru Sussini, y la asistente de dirección Priscila Zelasco, todas ellas formadas con grandes maestros del teatro.
miércoles, 3 de septiembre de 2008
martes, 26 de agosto de 2008
martes, 12 de agosto de 2008
María Pilar Gonzalez de eNescenaHOY dijo:
Despierta curiosidad saber el origen de esta pieza, de la que son autoras y protagonistas Carla Vidal y Maru Sussini. ¿Hechos autobiográficos? ¿Situaciones cotidianas llevadas hasta el extremo de la ridiculez? ¿Amigas desequilibradas que las han tenido horas al teléfono contándoles sus problemas? No se sabe, pero lo cierto es que estas dos talentosas mujeres han creado una sucesión de diálogos esquizoides entre dos amigas, que hacen que la platea femenina se sienta profundamente identificada, cosa que confirman las risas cómplices del público. Dos situaciones amorosas truncas las harán dar cuenta de que sólo se tienen la una a la otra, con sus diferencias, sus manías, sus miedos, sus traumas y sus defectos. Lo que gusta de la obra -y a veces resulta difícil de lograr- es la homogeneidad de la performance de las actrices: las interpretaciones de ambas son excelentes, siguiendo una misma línea de utilización del espacio, de los silencios y del cuerpo. El vestuario idéntico también contribuye a crear una sensación de simbiosis y -pese a que físicamente no son parecidas- terminan dando la irmpresión de ser más bien dos hermanas que se reencuentran después de un largo tiempo de separación.La escenografía y la luz son minimalistas, pero la fuerza de las actuaciones suplen toda posibilidad de cansancio visual. Se destaca una versión completamente exótica del clásico de Aspen "Wicked game", que acompaña uno de los momentos claves de la obra, en la que una de las protagonistas se enfrenta finalmente a ese llamado telefónico que tanto espera y a la vez no quiere recibir.
lunes, 11 de agosto de 2008
jueves, 7 de agosto de 2008
martes, 5 de agosto de 2008
lunes, 4 de agosto de 2008
viernes, 1 de agosto de 2008
jueves, 31 de julio de 2008
miércoles, 30 de julio de 2008
martes, 29 de julio de 2008
Sobre nosotras
Maru Sussini
Se formó como actriz con Mariana Obersztern, Raúl Serrano, Ricardo Bartís, Ciro Zorzoli y Carlos Rizzo Patrón, entre otros. Realizó seminarios de preparación del actor, sobre Stanislavsky, en el Actors Studio Teatro, con Vasilich Tepliakov; Técnicas teatrales y creación de personajes con Ricardo Lago Oliveira; Formación Vocal con Carmen Baliero y Formación corporal con Silvia Giusto.
Trabajó como actriz en las siguientes obras de teatro: Me quedo contigo, idea y dramaturgia propia y de Carla Vidal ; Experiencia agónica, basada en Mientras agonizo, de William Faulkner con dirección de Martín Seijo; Los optimistas, de Martín Seijo; Esta vez no voy, basada en textos de Corín Tellado, con direccion de Cecilia Rainero y Saverio, el cruel, de Roberto Arlt con dirección de Elizabeth Mazin. Participó además de distintas performances como Querida familia, sobre textos de Manuel Puig con dirección de Matías Umpierrez; Subasta disfuncional, dirigida por Claudia MacAuliffe y Martín Seijo; Miedos, coordinado por Haydée Gómez. También participó en distintas muestras experimentales bajo la dirección de Mariana Obersztern: Por fin ha terminado este fastidioso dia, La noche y tú, Ensayo para una revolución.
En cine trabajó en Luego, largometraje de Carola Glicksberg invitado a participar en el Festival de Buenos Aires 2008, Fractales cortometraje de Carola Glickserg proyectado en el Malba, Estructuras, de Carola Gliksberg, Amor autoadhesivo, de Pablo Barbieri proyectado en el Malba, Aire, de Mauro Giménez, Casa tomada, de Lucas Aín, Caso Espinosa, de Rafael D´Andrea, Un gato solo en una casa, de Federico Wiske, Bailar, para la Asociación Argentina de publicidad, Solos en un bar, para la FUC y Rutinas, de Diego Rodríguez. Trabajó en videoclips para bandas como Alby Singer, con dirección de Valeria Fiorini, Bicicletas, con dirección de Federico Lamas y Novolari, con direccion de Lucía Iacono. También participó en diversas publicidades.
Carla Vidal
Se formó como actriz con Mariana Obersztern, Javier Daulte, Cristina Banegas, Federico León, Vivi Tellas, Miguel Pittier, y Paco Redondo, entre otros. Realizó también seminarios de Entrenamiento corporal con Ana Frenkel, de Dramaturgia con Mauricio Kartún, de Dirección con Ricardo Bartís y de Puesta es escena con Ita Scaramuza.
Actualmente se encuentra ensayando Viejos tiempos, de Harold Pinter dirigida por Juan Dasso y Una tragedia argentina, de Daniel Dalmaroni dirigida por Alejandra Pater.
Trabajó como actriz en las siguientes obras de teatro: Me quedo contigo, con idea y dramaturgia propia y de Maru Sussini; Siempreviva, de Marta Delavalle y Fabián Bril, con dirección de Fabián Bril; Amor de chocolate, de Beatriz Diebel, infantil ganador del concurso de dramaturgia del INT, con dirección de Alejandra Pater; Vaivén, de Beckett, con dirección de Patricio Orozco en el Festival de Beckett de Buenos Aires; Esta vez no voy, de Cecilia Rainero, basada en textos de Corín Tellado; El doble crimen de las hermanas Papin, con dramaturgia colectiva y dirección de Cristina Banegas; Valijas, semimontado de Natalia Krieger; El sapo, con dirección de Vivi Tellas dentro del marco del Estudio Abierto de Buenos Aires; Idiotas borrachas y moribundas, versión libre de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, con dirección de Miguel Pittier; Viejos tiempos, de Harold Pinter, con dirección de Miguel Pittier; Romance de lobos, de Ramón del Valle Inclán, con dirección de Miguel Pittier en las Jornadas sobre el silencio en el MAMBA; Teatro en tu cara, con dirección de Miguel Pittier; Datos personales, de Julio Mauricio.
Participó además en distintos varietés de Buenos Aires: Falsa Escuadra, Espacio Urbano, Casa Cabrera y de las Subastas Disfuncionales, organizadas por Claudia MacAuliffe y Martín Seijo.
Hizo la asistencia artística del espectáculo Cacht, dirigido por José María Muscari.
En cine trabajó en Hoy no estoy, de Gustavo Taretto, Refracciones, de Sebastián Giovenale, El caso Román Down, de Sebastián Hecker; Tres, de Sarahi Echeverría, invitado a participar en el Festival de cortos de Ecuador; ¿Quién dice que es fácil?, de Juan Taratuto; California, que el cielo existe, video clip de Dani Umpi; Mondo Iluzio, de Agustina Muñoz; El evangelio según San Marcos, de Juanjo Mangone; Lucía tan bella, de Natalia Mato, ganador del premio al mejor corto de ficción 2003 en el VIII Concurso Nacional de Cortos; Espirales, de Marcelo Gil.
Trabajó en fotografías artísticas de Marcos López, y diversas publicidades.
Se formó como actriz con Mariana Obersztern, Raúl Serrano, Ricardo Bartís, Ciro Zorzoli y Carlos Rizzo Patrón, entre otros. Realizó seminarios de preparación del actor, sobre Stanislavsky, en el Actors Studio Teatro, con Vasilich Tepliakov; Técnicas teatrales y creación de personajes con Ricardo Lago Oliveira; Formación Vocal con Carmen Baliero y Formación corporal con Silvia Giusto.
Trabajó como actriz en las siguientes obras de teatro: Me quedo contigo, idea y dramaturgia propia y de Carla Vidal ; Experiencia agónica, basada en Mientras agonizo, de William Faulkner con dirección de Martín Seijo; Los optimistas, de Martín Seijo; Esta vez no voy, basada en textos de Corín Tellado, con direccion de Cecilia Rainero y Saverio, el cruel, de Roberto Arlt con dirección de Elizabeth Mazin. Participó además de distintas performances como Querida familia, sobre textos de Manuel Puig con dirección de Matías Umpierrez; Subasta disfuncional, dirigida por Claudia MacAuliffe y Martín Seijo; Miedos, coordinado por Haydée Gómez. También participó en distintas muestras experimentales bajo la dirección de Mariana Obersztern: Por fin ha terminado este fastidioso dia, La noche y tú, Ensayo para una revolución.
En cine trabajó en Luego, largometraje de Carola Glicksberg invitado a participar en el Festival de Buenos Aires 2008, Fractales cortometraje de Carola Glickserg proyectado en el Malba, Estructuras, de Carola Gliksberg, Amor autoadhesivo, de Pablo Barbieri proyectado en el Malba, Aire, de Mauro Giménez, Casa tomada, de Lucas Aín, Caso Espinosa, de Rafael D´Andrea, Un gato solo en una casa, de Federico Wiske, Bailar, para la Asociación Argentina de publicidad, Solos en un bar, para la FUC y Rutinas, de Diego Rodríguez. Trabajó en videoclips para bandas como Alby Singer, con dirección de Valeria Fiorini, Bicicletas, con dirección de Federico Lamas y Novolari, con direccion de Lucía Iacono. También participó en diversas publicidades.
Carla Vidal
Se formó como actriz con Mariana Obersztern, Javier Daulte, Cristina Banegas, Federico León, Vivi Tellas, Miguel Pittier, y Paco Redondo, entre otros. Realizó también seminarios de Entrenamiento corporal con Ana Frenkel, de Dramaturgia con Mauricio Kartún, de Dirección con Ricardo Bartís y de Puesta es escena con Ita Scaramuza.
Actualmente se encuentra ensayando Viejos tiempos, de Harold Pinter dirigida por Juan Dasso y Una tragedia argentina, de Daniel Dalmaroni dirigida por Alejandra Pater.
Trabajó como actriz en las siguientes obras de teatro: Me quedo contigo, con idea y dramaturgia propia y de Maru Sussini; Siempreviva, de Marta Delavalle y Fabián Bril, con dirección de Fabián Bril; Amor de chocolate, de Beatriz Diebel, infantil ganador del concurso de dramaturgia del INT, con dirección de Alejandra Pater; Vaivén, de Beckett, con dirección de Patricio Orozco en el Festival de Beckett de Buenos Aires; Esta vez no voy, de Cecilia Rainero, basada en textos de Corín Tellado; El doble crimen de las hermanas Papin, con dramaturgia colectiva y dirección de Cristina Banegas; Valijas, semimontado de Natalia Krieger; El sapo, con dirección de Vivi Tellas dentro del marco del Estudio Abierto de Buenos Aires; Idiotas borrachas y moribundas, versión libre de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, con dirección de Miguel Pittier; Viejos tiempos, de Harold Pinter, con dirección de Miguel Pittier; Romance de lobos, de Ramón del Valle Inclán, con dirección de Miguel Pittier en las Jornadas sobre el silencio en el MAMBA; Teatro en tu cara, con dirección de Miguel Pittier; Datos personales, de Julio Mauricio.
Participó además en distintos varietés de Buenos Aires: Falsa Escuadra, Espacio Urbano, Casa Cabrera y de las Subastas Disfuncionales, organizadas por Claudia MacAuliffe y Martín Seijo.
Hizo la asistencia artística del espectáculo Cacht, dirigido por José María Muscari.
En cine trabajó en Hoy no estoy, de Gustavo Taretto, Refracciones, de Sebastián Giovenale, El caso Román Down, de Sebastián Hecker; Tres, de Sarahi Echeverría, invitado a participar en el Festival de cortos de Ecuador; ¿Quién dice que es fácil?, de Juan Taratuto; California, que el cielo existe, video clip de Dani Umpi; Mondo Iluzio, de Agustina Muñoz; El evangelio según San Marcos, de Juanjo Mangone; Lucía tan bella, de Natalia Mato, ganador del premio al mejor corto de ficción 2003 en el VIII Concurso Nacional de Cortos; Espirales, de Marcelo Gil.
Trabajó en fotografías artísticas de Marcos López, y diversas publicidades.
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