Mujeres de carne y hueso
Me quedo contigo: buenas actuaciones y buen texto para hablar otra vez de mujeres solas.
La escenografía hiper racionalista de Me quedo contigo, poco y nada tiene que ver con sus protagonistas: dos mujeres algo descentradas que se mueven en un espacio de líneas rectas firmes y blancas. Amanda y Gloria, las mujeres en cuestión, parecieran configurarse justamente por oposición a ese espacio que las contiene.
Es que se trata de chicas de treinta que están solas. Y para el imaginario colectivo, las chicas de treinta que están solas pueden ser cualquier cosa menos racionales.
La problemática hace rato que está instalada en el medio teatral, acaso desde Confesiones de mujeres de treinta, bautismo de lo que ya podría aspirar a la categoría de subgénero. De allí en más, la soltería femenina en edad de merecer ha sido abordada sobre todo desde el humor aunque por lo general y salvo honrosas excepciones, se trató de un desfiladero de lugares comunes.
Me quedo contigo tiene todos los ingredientes para caer en la trampa de la obviedad y sin embargo no solo no cae sino que resulta ser, un muy buen momento teatral.
En la puesta despojada que las actrices (Carla Vidal y Maru Sussini) idearon junto con Priscila Velasco y Luz Lassizuk, hay además de un sillón inmaculadamente blanco, un teléfono: objeto-icono de las que esperan desesperadamente el llamado (de un hombre, claro está) que no llega.
Salvo eso (por más creativo que uno sea, ¿cómo no ha de haber un teléfono en una puesta de chicas que quieren amor?), el resto es “originalidad”. Porque el texto está lejos de ser pretencioso y porque además está poblado de referencias que remiten a otros contextos discursivos los cuales puestos a funcionar en el universo femenino, lo alejan de lo previsible. Y cuando el texto habla con palabras del universo en cuestión, son las actuaciones las que le otorgan ese “aire de rareza” que se agradece profundamente.
En Me quedo contigo, la pieza que se presenta en el Camarín de las musas, la desmesura femenina aparece de manera delicada. Como suele suceder con las chicas de treinta de carne y hueso.
- de Carla Vidal y Maru Sussini
- La puesta en escena de esta obra tuvo su concepción durante el proceso de escritura. Ésta reproduce la idea de minimalismo: remite a una instalación, dentro de la cual están insertos dos personajes. Un texto superpuesto en contraposición con una puesta escenográfica despojada. La desteatralización de la cotidianeidad. Un lugar incierto, muy blanco, donde dos personajes circulan y se apropian de este espacio indefinido. Un halo intempestivo y rígido marca sus movimientos, en la totalidad de un espacio en el que todo detalle está sumamente cuidado y elegido ocupando un lugar específico en su forma y función. Un teléfono, otro protragonista de la historia. Una vara de flores, único objeto manipulable, con la capacidad de transformarse en una caricia, un arma peligrosa, una palabra no dicha, un pensamiento. Una puesta minimalista interceptada con actuaciones no naturalistas ni realistas: el extrañamiento de lo común. Todo está a la vista: lo escondido toma dimensión y nos sumerje en la profundidad de querer ver lo que no se quiere mostrar.
domingo, 5 de octubre de 2008
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2 comentarios:
la obra me encantó!!, son muy buenas la chicas.
Lo que más me impresionó, es la charla que tiene por teléfono, cuando empieza re-feliz, y se va entristeciendo, me pareció magnífico!
Muy buena la obra, la puesta, las actuaciones.
Es para verla.
Sensible, ironica, audaz... las felicito, chicas
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